En un libro del que no recuerdo el nombre, ni su autor, leí que el miedo es el interés que se paga por la deuda que no se ha adquirido y corroe la conciencia de quienes temen más al hombre que a su propia sombra. (Avisado estabas, por diez veces te dije que llegaría el día de las calamidades, como las Plagas de Egipto. Llegó el día, y te haces el encontradizo al doblar la esquina de la Casa del Libro... ¿Querías que entrara y te lo repitiera por onceava vez? Dos veces ya fue demasiado repetir). Cuando el miedo se hace fuerte aparece el pánico y D'Artagnan al ataque. (Te corre prisa). Hasta el disimulo y el bien queda requieren de una creatividad que pocos conocen. Y caen de lleno en la estupidez. Mientras el coeficiente de inteligencia y la capacidad creativa se mantenga cercana al rencor, el destino es la frustración. Es imposible entrar estúpido en la Casa del Libro y salir convertido en historiador. Lo suyo es que salga estúpido y no historiador. Un politiquero ganó las elecciones por delegación y cada día sale a la calle a la misma hora y almuerza en el sitio de mayor concurrencia para amortizar el sueldo con palabrerías ociosas. Si un politiquero vive en la soberbia de espaldas a la realidad no le pidas que baje del árbol porque no estudió para ello. Como los monos de Gibraltar: oír, ver y callar. (Odas al olvido, homenaje a la Cultura y amén). Gracias.
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