Sabemos que la poesía evidencia que la vida es un regalo, algo sin par que a veces... a veces hay, que ni a veces. Y llora el alma. La poesía reside en lo profundo del ser y confiesa su existencia como un dios, solamente a quien cree en ella. (Huiste como el vaho del café ausentándote de tus sentimientos y ahora... ¿Y ahora qué siente una dama sin poesía? No volverás a mí vacía). Volver al amor es tarea desafiante, pero como desafío es lo mejor que nos puede suceder, porque la alternativa al amor es la muerte. (La poesía es amor, estúpida, y quien no ama no vive. O sigue muriendo...). La poesía es querencia, esa fe del que cree en un algo o alguien. Es la ciencia que investiga la salud de la humanidad. Pero es sabido que todo anverso tiene su reverso y basta observar cómo en la adversidad surgen actitudes indulgentes, sin llegar a quererse. El humano ser quiere vivir y no morir, pero aún le queda mucho por dar y recibir. (Y, mientras, el cadáver sigue bajando y la soga subiendo). Podemos hacer más por los demás, que es tanto o más que hacerlo por nosotros. (Recupera la determinación y volveremos a querernos, tal vez. O empezar de nuevo, eso sí. Transfiere ese odio a un diario de amor y te devolveré a la poesía, al café y a unas pastas de té en amena compañía... Jamás una dama con poesía propia injurió tanto el amor y la palabra). Gracias.
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