Esta noche Morfeo me mantuvo velando a la muerta: le pareció ofensivo el de soslayo de ayer (qué piel más fina). Una, hizo el daño que supo, porque la cabeza no le dio para más, sin aceptar las consecuencias que la hubieran permitido entregarse con serenidad a la muerte. Quien habitó la oquedad del cementerio no es capaz de reunir los horrores cometidos para rendir cuentas y poder acceder, en un mes de noviembre que le da por no llover, más allá de lo que la razón obliga y emprender el camino sin retorno tal vez al amparo de algún señor dios. En todo caso, la muerta sigue muriendo, al margen del daño que hizo con su bagaje artístico. Y vaya si hizo daño cuando llegó el día, y sin espacio para las dudas y las indecisiones. Habría querido hacerlo peor, pero a veces las circunstancias ponen el listón alto y te dejan chupando el dedo. "Yo no soy así". Esta frase la llevaba siempre en los labios. Joder, qué llorera. (La María sabe que escribo por miedo a Morfeo y no para ofender). De cara a sus sicarios, fue la honestidad infranqueable, la ternura oculta tras un decir puro y un hacer útil. La serenidad que da sentido a una vida amorosa. Ella, ejemplo para la cultura de un pueblo que congrega a la vecindad exclusivamente el día de San Antonio abad "17". (La cultura y no la muerte unió al pueblo, cuando se fue o la echaron y dejó de estorbar). Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario