Cuando un amigo gorrón llama a la puerta y se deja entrar: "aquí me las den todas". Son tiempos de relaciones puestas en entredicho con soluciones que no ponemos en valor para llegar al perdón y a la paz del alma. Y luego está el dinero que no compra la salud pero llena la nevera. Por no hablar de lo demás que ya es demasiado. La vida sin ataduras entra en juego.
Uno echa la vista atrás y mucho hemos padecido. La frustración, el hastío, las pocas ganas y ese no querer enfermizo. Qué "primer pronto" y qué poco hemos aprendido. Primero fue la persona seguida de la puñalada por la espalda. Luego apareció el odio y ese matón de barrio para rematarla. Que fue lo mismo que morir sin dar tiempo a germinar la flor del azahar en Les Seniaes. (Aceptemos el duelo y hagamos que suceda ya). La balanza de lo posible no considera el déficit presupuestario de manga ancha. Y el amor no acepta disculpas a no ser para perderse en ellas. Perdona, ¿te queda poco para olvidarme? Tan poco que ya me has olvidado. Lo lamento. Pero un amigo gorrón sabes cuando entra pero no cuando decide irse. Gracias.
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