Ayer reuní a toda la familia. Coincidimos desde antes de la pandemia. Ian y Enol y Diego están más guapos que siempre. Y Patricia y Kristel también. Sus parejas no. Sus parejas nunca me cayeron bien. Pero todo tiene un periodo de vigencia y ya me caen bien. Mis hijas y sus parejas y sus hijos que son mis nietos, ay. Si uno quiere a la familia ha de esforzarse por ella. Luchar por la familia hasta el último aliento... Y emplearse muy en serio para que todo no finalice en yo. ¿Sabré explicarme?
No sé si quiero explicar lo que no llego a entender... Son sentimientos ajenos y todos tenemos de bueno lo que tenemos de malo. Pero los chismes de lavadero que canta quien se le arrimó la tristeza que los meta en un relicario. Los chismes no se los canta a mi familia, los levanta y me los canta a mí. Un día aceptaré el café que me ofrece de buena mañana barriendo la acera y con el teléfono filmaré su casa por dentro como ese comisario chivato y le pediré al juez que la condene a una pena mayor por desordenada. Esa vecina tiene su casa como un de soslayo triste de morir. Vecinas así convierten el país en una letrina deontológica. Las vecinas chismosas acaban con la cabeza en el manicomio y el culo en un nido de avispas. Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario