José Ignacio Goirigolzarri, presidente de Bankia, un banco fundado en 2010 por el gobierno de España hasta el pasado mes de marzo: "Nunca es fácil despedir a un compañero de trabajo". Reconozcan la tragedia antes de leer el de soslayo de hoy.
Todo comenzó como el amor, por casualidad. Y me explico: Por siempre, los presidentes de las cajas de ahorros repartieron dividendos activos entre políticos, empresarios, amiguitos y ellos mismos, y cuando dejaron sin euros las cajas, ¡lástima!, el gobierno obligó a los bancos a rescatarlas. Luego, ¡ay!, quebraron los bancos y el gobierno tuvo que, ya no rescatarlos, sino comprarlos con dinero del erario y ahora, sin devolver el dinero y saneados, se fusionan con criterios estrictamente usureros y, ¡oh!, de vuelta a la casualidad, nombran presidente del mayor grupo fusionado a José Ignacio Goirigolzarri atendiendo la respuesta estratégica del enorme, perdón, ENORME, desafío al que se enfrenta el sector bancario, defendiendo que la labor de los gestores es garantizar la sostenibilidad del proyecto. El proyecto de CaixaBank y Bankia, ahora CaixaBank sin Bankia y sin vergüenza, presidido por José Ignacio Goirigolzarri, le obliga a despedir a 8.000 trabajadores pues de otra manera, a la tía María, no le salen las cuentas para colocarle un salario de 1.850 millones de euros, dietas e imprevistos aparte. Gracias.
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