Ayer escribí un ultimátum. Pues no. La muerte no es definitiva si se considera preludio a otra vida. Lo explica mejor el poeta Luís Rosales: "La muerte no interrumpe nada". Pues sí. Quién se quiera morir le vale un alegato profano, poético, chulesco o una disculpa. Si escribí un ultimátum, escrito está, y lleva a la muerte sin resurrección. Lo diga Luís Rosales, o el cura del pueblo de Patricia, la muerte forma parte de la vida y no hay discusión posible. Nos tenemos que morir. Con la muerte llega la quiebra de los besos que no dimos, el vacío íntimo o los proyectos inconclusos. Uno echa sus cuentas y de golpe aparece silenciosa y fría la muerte y se acabó. A veces llega a una edad avanzada y se asume con tristeza, pero se entiende. Otras veces ni la santa poesía lo explica: es cuando miramos al cielo con ira. Sea como sea, si hay un culpable no está en el cielo. Generalmente está en la tierra y es uno mismo. El muerto es culpable. Si no culpable quien pagó los platos rotos. En fin, no hay esperanza: nos tenemos que morir. Por saber la hora de la muerte, el día del entierro y paz a los restos. Amén. Gracias.
Me leí el ultimatún de ayer.
ResponderEliminarMi opinión es a favor de la vacuna, pero cada cual que elija.
Besos.
Y la mía que elija quien sepa por mí. Más o menos lo mismo. Beso.
ResponderEliminarSalud.