Cuando sangra el corazón explosiona la ansiedad sobre la respiración. Para que no vuelvas. Para que no me olvides...
El pasado fin de semana hizo un día divino para ir a la playa. Y no fui. Tuve miedo. Miedo a salir de casa y encontrarme con España y el botellón en la playa. La recuperación económica está garantizada. La "post-pandemia" es incuestionable. Dios y el Diablo y España van de la mano. De acuerdo, quiero y no digo no puedo, ¡quiero y puedo!, pero no confiaré mi esperanza al silencio. La historia de mi vida es la historia de mis fracasos... O no, mi vida está partida en dos: antes y ahora. Mi vida de antes no la recuerdo. La de ahora está llena de éxitos: la otra cara de la vida. Una vida en la que no sufro por lo que ven mis ojos: no saber y no querer y etcétera. Y si el ministro Iceta premia a los peores delegados de las administraciones con jabón para lavarse las manos y a los 850.000 empleados "no fijo" con cartas de despido y a la fila del paro hasta que se confunda con la cola del hambre guay. Y si lo demás peor mejor. Pero ojo a una dama de la poesía con el alma desnuda y girones de encanto... no suspiraré por nadie ni echaré en falta a alguien. Ni volverán a caer sobre mí aguaceros de recuerdos. Gracias.
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