miércoles, 4 de diciembre de 2019

Mi ánimo indefenso.

Ayer tuve una cita con la dama que no me deja ir. No era una cita a ciegas por internet (cuídense de las citas a ciegas por internet. Una joven de un pueblo vecino tuvo una cita a ciegas por internet y La Guardia Civil la lleva buscando más de un mes y no aparece), era una cita programada. Confieso que no es agradable quedar con la dama que no me deja ir. Pero la salud mental es cosa seria. La vi vieja y triste, necesita que alguien la quiera, de otra manera bien. Lo malo, ya saben que lo bueno y lo malo van de la mano, la sala de espera. La sala de espera de un centro de salud mental es lo más doloroso que algunos tenemos que superar. Se lo expliqué para que me entendiera, le dije que podíamos quedar en la terraza de un bar y tomar café y unas pastas de té y como amiguitos del alma hablar de lo nuestro. Aclaro que lo nuestro es lo suyo y lo suyo el fin del mundo. Disculpen, porque aún me duele el alma, lo dejo por hoy. Los ojos cristalinos, y de ellos la mirada ausente de una joven encerraba un dolor que no alcanzo a imaginar... Con la cara más seria que tengo les digo que a pesar del camino largo y pedregoso y embarrado tal vez que les haya tocado andar, y aunque a veces les parezca un imposible, no me sean estúpidos y no se les ocurra tomar el camino del medio... ¡Anden el camino que les haya tocado y no miren atrás!. Gracias.

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