miércoles, 11 de julio de 2018

Quién pudiera... Y me salve.

Mantener un comportamiento rutinario y predecible -y dale a la rueda que rueda y rueda-, maquilla la personalidad taciturna según el denuedo: no está el horno para bollería. La primera de los diarios no ayudan en mantener un estado de ánimo feliz.

"Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Como si hubieras muerto: te pareces a mi alma. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: déjame que me calle con el silencio tuyo. Una palabra entonces: melancolía". (Pablo Neruda).

Porque a mí no me gustas cuando callas porque estás ausente, porque estás sufriendo, porque no te cuidas, porque no te gustas. Porque estás muerta y enterrada. "Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos". (Isaías 55:8-9). -"Yo soy la misma de siempre". -"Y yo te miro y te creo". Realmente el hábito no hace al monje. Por cierto, tienes el hábito de pedir lo que no estás dispuesta a dar ¿? Y qué curioso, días atrás escribí parecido y nombré la conciencia. Nada que ver con la conciencia. La primera de los diarios si encuentran un qué no preguntan el por qué y no hay ánimo que lo resista. Porque duele el alma, Quién pudiera a ti salvarte peregrina del amor... (Hay que saber mirar aunque la luz duela las pupilas). Quién pudiera... Y me salve. Gracias.

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