domingo, 22 de julio de 2018

La culpa no tiene dueño.

Con Enol de paseo por Les Seniaes, y porque iba durmiendo y a mí no me dolía la cabeza, me dio por pensar, y pensé que vivimos pendiendo de las agujas del reloj. Vivimos de prestado entre asuntos inaplazables atesorando incluso lo que no nos pertenece... (Vaya, un domingo de ir a misa y cantar la verdad no era mi intención hablar de políticos corruptos). El caso es que nos volvemos incompatibles con los valores humanos, con lo que más amamos, y entonces perdemos la fe y miramos al cielo maldiciendo a Dios y su María. Todo es poco y nos sentimos fracasados porque lo que hemos logrado no vale nada y nos miramos al espejo y aparece la baja estima. La autoestima: doloroso intento lograr todo en la vida, doloroso fracaso conseguirlo. Nos rendimos ante lo que consideramos evidente y queremos morir pero para morir hay que vivir y quedamos en el limbo o dónde sea que haya nada, ni esperanza. Y miramos a nuestro entorno y no vemos corazones, humanos seres, un brazo pegado a un hombro (recuerda) solo almas resentidas dando en loco. Y qué lástima: ni letra para un tango tristón. Si al menos nuestras experiencias fueran referente para saber qué camino pudieran seguir otros, ser ejemplo de algo para alguien, quiero decir, pero no. Estupendos de la muerte, porque estamos muertos, ni flores al cementerio. ("La traición" que te hizo llorar lágrimas de cocodrilo llevaba una alerta para el camino que no pulsaste cuando más lo ¿necesitabas). Gracias.

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