jueves, 26 de julio de 2018

Mentiras piadosas.

Disculpen el desahogo, pero han llegado a mis oídos mentiras piadosas que duelen el alma. Ya me explico: Por eso de irse y no volver, y después pensárselo peor y no irse para acabar lo que nunca empezó; por eso de lo que es del pueblo para el pueblo y por el pueblo, por eso, no vamos a ninguna parte, porque el pueblo no es sino la familia, los hijos, la vecina, el bar de la esquina donde poder reunirse en agradable tertulia para hablar del trabajo y lo que vaya saliendo en torno a un café. 

Mi esposa dice que ha vuelto a nacer después de haber experimentado una grave enfermedad. Ahora valora la vida de otra manera. A la vida la valora con cierto margen de tolerancia y colabora para que la vecindad sea más humana. Colabora con más gente por una sociedad mejor. Mi esposa es inocente y no mira al cielo con ánimo de reproche. Mi esposa es inocente, insisto, y está hecha de una masa bendecida por el amor que no llego a comprender. Por eso, y si son ciertas esas mentiras piadosas que han llegado a mis oídos, pueden ir teniéndose miedo por aliarse con el maligno sabiendo como saben que hay un dios bueno. Y un monaguillo de prosa ligera para explicarlo. No es cosa buena de la que hablo y no le auguro ganancias. (Vayan teniéndose miedo porque no dejaré de escribir el día hasta que la saña corroa el alma o vuelva el amor). Gracias.

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