domingo, 22 de julio de 2018

Diego.

La primera sospecha de vida que tuviste fue una lágrima de tu madre,
la segunda una risa de felicidad,
la tercera el tierno abrazo de tu padre. Luego vinieron mil besos de los dos.

Tu madre te contará historias maravillosas y te cantará nanas de alegrías para arrullarte,
te enseñará a desenvolverte entre los mejores sentimientos,
también dibujará por las paredes de tu habitación el brillo de tus ojos atentos a todo lo que te rodea.

Diego, tu madre es mi hija, se llama Kristel y sé de qué hablo.

Vienes al mundo para colmar de felicidad la vida de dos;
fuiste realmente deseado:
has tenido mucha suerte al ser fruto del amor.

Acabas de nacer y ya has cautivado la felicidad de mucha gente
(lo veo en sus ojos).

Eres tal cual te imagine:
tu cara,
las manos,
ese cuerpo,
todo tú,
solo me faltaba tocarte;

si me dejas, arrojaré mis prisas para acompañar tus pasos,
confío no defraudarte mientras mi mirada no se evapore ni mi cabeza mendigue.
Serena y profundamente te quiero. Diego, mi bebé.

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