Hoy es domingo de carrefur, podía ser domingo del Señor o de pasear por la playa que luce el sol, pero es de carrefur... (Y no se hable más. Sí cariño).
Cuando mi esposa sugiere ir de compras al carrefur y propone a Ian y Patricia que me acompañen busco la manera de zafarme pero no. El caos empieza, porque es un caos o un descalabro si es más, con la elección del carro con asiento para bebés... Luego Ian comprueba la lista de la compra, Patricia confunde los productos de las estanterías y yo busco la risa más bella y sigue siendo no. Los días más complicados de vivir son los de carrefur. Un día iré y no volveré. Se lo tengo dicho a mi esposa.
Alguien pudiera quitar algo de hierro al asunto, pero no debiera. Las cosas son como son. Ir de compras al carrefur es ir a vender más que comprar. Venderme o vender mi alma al diablo. Deseo vivir mi vida y no la de otras y otro en la fila de una caja registradora que no avanza. ¿Será mucho pedir? A veces creo que me estoy convirtiendo en un ser vulgar salvando las apariencias. ¿Qué estará ocurriendo en mi vida? Se comporta como si solo yo existiera.
Me he llegado a sentir tan desahuciado en el carrefur que llegué a pedir una mano amiga (que ya es pedir para mi), y con el mayor de los descaros me dijeron que no volviera... Si estoy loco que me encadenen o asesinen pero que no me obliguen ir al carrefur. No quiero que me echen ni volver al carrefur. Me disculpen si solo nombro al carrefur, la razón que no existe otro centro comercial más cerca... Dicen que en Valencia pero no sé. Centro comercial, supermercado o lo que sea aquello tan grande.
Por lo general me dedico el día y permanezco en silencio, pero cuando voy al carrefur me desbarato y no soy dueño de mis actos. Y la rueda sigue rodando. ¿Hasta cuándo? Y una pregunta lleva a otra: ¿Estás ahí? No te das cuenta que mis conversaciones son monólogos...
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