Lo digo con sabor agridulce porque ya me había acostumbrado a cantar miserias: no merece la pena morir de pena.
Con la recuperación económica debemos cambiar la mentalidad que nos caracteriza como sociedad triste, tenemos que adaptarnos a los nuevos tiempos, salir a la calle con la mejor cara y echar por tierra los malos pensamientos. Los malos pensamientos no caben en los nuevos tiempos. La realidad psicológica es otra y morir de pena no es tendencia. Mente psicológicamente sana. (Esto salió bonito). Mirar hacia el interior y por cada tristeza que encontremos una risa. Hay tiempo para disfrutar de las cosas bellas de la vida sin penas y otras miserias. Abrirse al mundo de las alegrías, de los sabores a besos y los olores a flores de les Seniaes, ay. (Me presto a quien diga para mí). No a las vidas paralelas.
Hago este comentario a modo de profunda reflexión porque ayer por mi mala cabeza dije no a cenar en la avenida con los amigos y las amigas de mi esposa y hoy tengo hambre. Resulta que lo más estupendo de mí relaciona el cenar los sábados en la avenida con el comer. ¡Hay que joderse!. Desde hoy, domingo, día de ir a misa y decir la verdad, me abro a la filosofía hedonista sin la palabrería cargada de negatividad. Si de amor ya no se muere de pena tampoco. Eso. Ha llegado el momento de pasar de las palabras a los hechos. Fuera los malos amores, desamores de otros tiempos. Me niego a ser el verdugo que ejecuta su mandato solicitando el perdón de las pobres criaturas a las que corto la cabeza. No volveré a pasar hambre...
No hay comentarios:
Publicar un comentario