viernes, 7 de agosto de 2015

Negocio para emprendedores.

Vengo de la farmacia. Abre a las diez. Y no es noticiable sino fuera porque he visto escombros en la calle. Hace mucho que en el pueblo de Patricia no se derruía una casa. Ojalá sea para levantar otra y no echarla abajo por estar en ruinas. Es señal, y así lo quiero creer, que estamos saliendo de la crisis. 

Como las prisas no son mías, ni sus asuntos, me paré tranquilamente a mirar los escombros. Eran trozos de azulejos, ladrillos y vigas de diferentes medidas que un operario apilaba a un lado de la calle para no entorpecer el camino del transeúnte. Me alegré de ver escombros de una casa. En un país de solares por construir es noticia de primera página. 

Lo mío no es la construcción pero entretiene. Entre los escombros se encuentran historias que fueron. Los escombros tienen su historia. Ay, si los escombros hablaran... Y hablarán: según me contaron, irán a parar al cementerio. Espero que los muertos encuentren tema de conversación, los presumo aburridos desde que la burbuja inmobiliaria se hizo presente en nuestros bolsillos.

Si de pensar una maldad, estaría genial que bascularan el camión de escombros sobre la tumba donde yace el dueño de la casa derruida... y por seguir en la maldad, si yo fuera el muerto y el dueño haría negocio: los pondría a la venta con su historia y el certificado de garantía. Estaría genial en el cementerio un negocio de escombros. A fin de cuentas qué somos después de muertos. Polvo, desechos, escombros. El negocio tendría futuro, hay más muertos que vivos. Eso sí, el pago al contado, de un muerto no me fío. Y de un vivo tampoco. Que viernes más poco de fiar. Los viernes ya no son lo que era. Lástima.

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