Intentando dar respuesta a lo que no la tiene, llevo una mañana que no sé cómo explicarme. Todo está en la mente. Y la tengo bloqueada. Suele ocurrir: cuando menos lo esperas un querer se desliza suavemente por tu interior y se clava en el corazón. Nadie puede negar que vivir una historia de amor es estupendo. Porque además aparecen sensaciones nuevas. Vale amor como nombre genérico. Pero amores hay más que caminos a Roma. ¿Renovarse o morir? O soñar, que tampoco conviene tirar los trastos viejos por la borda. Yo de otras cosas nada sé o casi nada, pero de soñar tengo lista de espera. Allí donde haya una ilusión, una esperanza, un algo hermoso que merezca la pena tengo un sueño que realizar... No doy a basto. Bajo el mismo cielo tengo sueños capaces de cruzar un mar inmenso. Lo digo sin ánimo de joder los milagros a nadie. Además un milagro no es un sueño. Un milagro te lo cuentan y lo crees o no. Y un sueño lo vives con todo lujo de detalles y lo cuentas o no, pero lo crees porque es verdad. Yo soy más de soñar que de creer en milagros. Mi vida sería otra y peor sin un sueño que soñar... De soñar más que dormir las marmotas, con perdón, llevo desvelado los últimos años que son los primeros años que vivo y merecen la pena. Culpables mis amigas idas. No soy de guardar rencores, de joven sí, pero de viejo ya no. Los viejos no somos estúpidos como para que nos den la razón a todas horas. Pero si eso les hace felices... Me estoy yendo del asunto y hoy es viernes de fiar en el mercado: no quiero llegar tarde. Digo que no soy de guardar rencores a a nadie, y mis amigas idas, pero basta que las eleve a damas de la poesía para que todas dejen de hablarme. Qué le habré hecho a la poesía para que me trate como me trata. Maltratarla tal vez. ¿Qué sino? La poesía es cosa seria y yo no hago más que ofenderla. Y lastimar la palabra. Tengo motivos para dar pena, pero no sé en qué se diferencia la pena de aflicción de la lástima de compasión. Dar lástima no quiero y dar pena tampoco. Si quiero reír y no me sale siempre me quedará Cantinflas y Gila para animarme. Y si llorar Rajoy, pero ya digo que nunca más me caerá una lágrima por sus andanzas de correveidile. Y mentir que algo queda... (Claro que algo queda, donde hubo siempre queda).
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