viernes, 1 de agosto de 2014

¡Qué carácter!.

-¡Ya te dije que no podía hacer nada!, ¿por qué insistes?
-¿Porque eres mi amiga?
-Si no puedo hacer nada, no puedo y se acabó.
-Perdona.
-Ya te lo dije.
-Perdona.
-Qué perdona ni qué perdona. No es cosa mía y nada puedo hacer.
-Perdona.
-¿Qué no entiendes?
-Perdona.
-Eres duro de entendederas...

Uy, eso me suena, entonces quiere decir que me sigues leyendo... ¡Qué estupendo!. Pero antes de mandarte a la mierda, has de saber que en tu mano habita la muerte. Yo nunca te desearía nada malo. Es un presagio de amor desde la muerte para que de una vez por todas renazcas de tus cenizas. Amor primigenio que antepusiste al respeto amigo. No hay traición ni olvido. Ni desvío lejano. Tu mirada sigue siendo destello frágil, tu cuerpo incandescente, tu rostro bendito, y tu camino polvoriento cuando el viento descubre tu cuerpo desnudo sobre mi cuerpo. Y ahora si quieres perdónarme no pienso hacer nada para merecer tu perdón. Menos arrepentirme.

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