jueves, 7 de agosto de 2014

Indiferencia.

Me gustaría pensar que el comportamiento de la gente y sus decires dentro de los cauces de las buenas relaciones, no debieran influir en nuestra naturaleza humana. Actuar razonable, llevarnos bien y con sentido común para quizás, algún día llegar a querernos.

Un día, la indiferencia pasó por mi calle y llamó a la puerta para decirme que me vio asomado a la ventana y que si la invito a café (no se hablo de otra cosa en el pueblo que del café tan delicioso que preparo). Después de agradecerle la visita, porque ya era hora que pasara por mi puerta por casualidad, y a más que me viera asomado a la ventana, le dije que el café corre de mi cuenta pero qué hay de las pastas de té...

-No traigo...
-Entonces mientes...

La indiferencia ante los problemas del pasado que padece la desmemoria es la mejor carta de presentación de quien no le interesa los sentimientos ajenos. Sea quien sea el que pise la soga, si levanta el pie alguien se ahoga.

"Aquí te pillo aquí te mato", me lo explicaste un día: yo no sabía. Y yo ahora, por mi cuenta, aprendí, que "prometer hasta meter y después de haber metido, nada de lo prometido”. Indiferencia, eso y nada más. Con decirte, que a veces, voy a la iglesia a rezar y le digo al Señor que tiene mucha suerte por no vivir en la Tierra. Porque una cosa está clara, si bajara no resucitaría jamás. Si hablamos de amor, esto está peor que nunca, hablo por mí. Pero es una verdad generalizada que algunos son grandes porque crecieron a lo tonto. Y no hay más que hablar.

Del café que no tomamos, indiferencia, hablaremos otro día. Y sin pastas de té no vuelvas, prefiero esperarte.

2 comentarios:

  1. Esto esta muy solo oiga, no me gusta. ¿Onde anda?

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  2. En un sito donde hace frío... Picos de Europa. Casi te veo. Beso.

    Salud.

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