Recordarán ustedes que días atrás dije que estaba esperando a que me hicieran en el hospital un algo en la cabeza... ¿Sí? Pues de urgencias, ayer, me llamaron para meterse en mi cabeza. Ni yo ni mi cabeza podíamos esperar más. Ay, nos mata la espera. Llegó la hora y llegó el día, precisamente cuando tenía cita con la dama que no me deja ir. Coincidió el día, no la hora. Fue un día alejado de la realidad, de esos que mi esposa dice que me cambia el carácter de buena persona por el de mala persona. El trato que recibí de la médica como para pedirle relaciones serias (la doble "A" de mi tarjeta SIP seduce). Y la dama que no me deja ir como la poesía de Neruda cuando no se explica. No hay manera, qué mujer. Aunque ayer, con la cara de ingresarme en el manicomio, me dijo que no sabía que Sánchez llamó a elecciones generales, ni que en mayo hubo otras elecciones... A María le dije que tenía que volver de la poesía fúnebre de Neruda a la de la vida y el amor de Benedetti. (La esperanza que perseguía solo era un sueño, como la vida es un sueño del poeta. Decepcionado, a mí regreso). Gracias.
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