Es de conocimiento popular que "no hay peor ciego que el que no quiere ver". También que buscamos problemas donde no los hay. El problema somos nosotros mismos, y lo pagamos con los demás. La crisis de cultura es de pilares no cimentados, de normas, de leyes que no se aplican, pero también y sobre todo, es una crisis de confianza. Se nos da bien predicar en el desierto, pero no con los ejemplos. Prejuzgar, el miedo al miedo: dolor de alma. La rutina que exaspera la vida. La ansiedad se alimenta de las apariencias, del odio y el rencor, por eso es tan fácil que nos engulla la estupidez que distrae. ¿Merece la pena teniéndolo casi todo quedarse con casi nada? Vemos lo que queremos ver y escuchamos lo que queremos escuchar, y preferimos el brillo que deslumbra a la verdad que alumbra. O sea, el aplauso fácil. Cuenta la leyenda que quien escucha el bello canto de una sirena tiene un final inevitable: morir ahogado en la profundidad del mar. "... y un viernes vacío vestido de plenilunio, al véspero feneció, cuál la rosa de la nada". (Tu silencio me invitó a irme y no a saber que me querías). Gracias.
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