A veces ocurren cosa que nos llevan al desbarate mental y cometemos meteduras de pata de banco irreversibles, y, en fin. Estoy en condiciones de afirmar que a nadie le viene bien morirse porque al que más o al que menos le quedan cosas por hacer. A mí me quedan muchas cosas por hacer, y demasiadas por decir. Una de ellas, y no me canso, volver a la escuela y aprender de los ejemplos. Lo único que hago de todo lo que debería hacer es leer poesía. La poesía busca la verdad y hay verdades que no las dejaré pasar. Una verdad, de llegar a mí, no perderé el tren de su oportunidad. Ese tren, de no llamarse Feijóo, pasa una vez en la vida. No estoy en condiciones de dejarlo pasar. A no ser que sea verdad lo de la interacción nula:
La dama de la interacción nula, con la cara triste de los entierros, me asegura que he dejado de quererme y soy incapaz de querer a los demás. Quiero querer a los demás, pero no sé cómo puedo volver a quererme. Necesito que alguien me quiera y me lo diga a la cara y volver quererme y querer y querernos. (Las gracias dáselas al botiguero que tanto quieres). Gracias.
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