Casi feliz, como tantos días de esta pandemia y de este invierno frío y sin inspiración, me puse a escribir un poema de amor a oscuras (el señor de la óptica dice que no es bueno para la vista escribir a oscuras; ni la soledad para la psicopatía, dice la dama que no me deja ir) y entre el teclado y yo no pasamos de escribir más allá de Les Seniaes. Nombro el teclado, porque el ordenador que me ordena se actualizó por su cuenta y ahora autocompleta las palabras que quiero decir. Y cómo duele la soledad para una persona que no las tiene todas con él. Y cómo duele saber que la ausencia te noquea, y el eco del silencio te desbarata. Y cómo duele saber que la poesía ya lo sabía. Quizá si dejara de visitar a tantas damas de la Sanidad Pública y ninguna de la poesía, y visitara a un informático para que me actualizara como se actualiza mi ordenador que me ordena y me completara más o menos sería capaz de entablar una agradable conversación y acabar con la soledad tan mal llevada y esa pobreza de alma. (No se dejen embaucar, la psicopatía no es una enfermedad mental, es una manera de ser). Gracias.
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