Te fuiste de un portazo y dejaste el ambiente cargado de disculpas. Eran disculpas de viernes de mercado. Dime: ¿para qué volver si nada será igual? Por cierto: ¿realmente quieres volver? A saber qué se esconde detrás de tu cara triste. Si tuvieras un plan, y no, sería mucho pedir para ti y tu entorno: ¿para qué, verdad, si aquí nunca pasa nada? Después de tanto tiempo y sus inusitados momentos... las respuestas pudieran ser varias y todas convincentes lo que dejaría en evidencia que no fue casualidad. Desde la indolencia no creo en más casualidad que el caprichoso amor en boca del poeta. (Si me lees no dejes de imaginarme: solo viviré en ti si me imaginas). A lo nuestro no le quedaba dos telediarios (disculpa la vulgaridad), antes de irte... Te faltó humildad y te sobró la lianta que tanto daño hizo y a ti te sigue haciendo. Y te aleja más de tu entorno... Échale cuentas a esa mayoría. Tu cara triste no la eligió Dios para tu causa, que como ahora sabemos es ateo, está enamorado y es correspondido. Si lo nuestro no lo mata la pandemia, lo mata tus disculpas y lo entierra el Tribunal de Cuentas. Gracias.
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