Un hombre sin nombre, insondable, de pocas palabras, sin descuidos; un hombre con cara de pocos amigos de pronto pide ayuda y que alguien lo quiera. Un hombre se siente como una residencia de mayores, solo y enfermo. La peor redundancia. En los años altos, luego de mil batallas, ahora vive desubicado y es objetivo de la cruel persecución por parte de millones de personas que también se sienten solos y enfermos. Los jóvenes quieren trabajar y los viejos que los quieran. Como la vida así la muerte. Un día te dicen tú tranquilo, además, mira qué vistas tan hermosas... Una monarquía parida de una dictadura cuyos principios ampararon ideológicamente la unidad de todas las Españas, la honradez, la familia, y los hijos primero a un referéndum de convertirse en república. Los dueños de los partidos políticos se caen del guindo y deciden dar voz al pueblo. La democracia que no verán mis ojos, dizque, representativa. (¿Quién dijo república? Hay sitios donde te llevan y no existen grandes historias ni promesas inquebrantables. La patria, el amor, la soledad, la enfermedad y la pandemia sin fin. Gracias.
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