viernes, 24 de julio de 2020

¡Échamela!.

Llega, no me ve ni me lo cuenta, va a la cocina, abre la puerta de la nevera y pregunta: "¿A qué venía yo aquí? (Mi esposa).

"Ay, qué malísima me levanté... Tú que sabes, si supieras lo malísima que estoy. Estoy malísima. Voy al bingo". (Mi suegra).

Alguien sabe -ahora que todos saben porque nacen aprendidos y la experiencia no es evidencia, ahora que la ciencia perdió credibilidad, ahora que ha vuelto a los hoteles "Paquito el Chocolatero" desafiando al turista indeciso, ahora que estamos en manos de la covid-19 y la fe religiosa, sin dar más pistas pues el asunto es serio- ¿si mi esposa va para mi suegra? Imaginé a mi esposa y tomó cuerpo, me sumergí en sus labios y la amé y no dejé de amarla un solo día pero quiero estar enterado si al correr los años, como mi suegra, irá de lamento en lamento, de mala a malísima, para acabar en el bingo. ¡Échamela!. En los años altos todo es más complicado. Y faltan las fuerzas. Y las ganas. Yo quiero volar, pero no derechito al cielo. Gracias.

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