La dama que no me deja ir, por eso de la pandemia quizá (algunas se disculpan con la pandemia para no dar palo al agua), me retrasa la cita hasta más ver, que será cuando a ella le venga bien. Tengo a Eugenio y tengo a dona, lo demás es beata literatura. De viejo, y sin que nadie pregunte, aconsejo arder en el deseo y no fiarse de cualquiera. Tampoco olvidar porque si no es atrofia senil es la mayor torpeza. Vale pues el consejo. Y por el mismo precio una fábula con moraleja: Una tropieza, cae, se levanta y vuelve a caer. Y vuelve a tropezar y caer. Y dale. Torpe de entendederas no se entera que si tanto tropieza y cae y se levanta y vuelve a caer es porque no sabe andar. No es culpa del camino que no sepa andar es que no aprende. Oiga usted: cómprese un libro de autoayuda o pida cita a la dama que no me deja ir antes de mirar atrás si no es para huir. No es malo tropezar y levantarse si se aprende como lección de vida, o tropezar y levantarse y encontrarse a sí misma y no a la vecina. (Confiesas que eres orgullosa y sí, eres orgullosa y no es malo, lo malo es que no eres orgullosa de ti). Gracias.
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