Cuando se junta el hambre con las ganas de comer pasa lo que pasa. Hoy me levante con ganas de componer otro bolero dedicado a una amiga ida, pero mi ánimo no está para boleros. Mi ánimo está triste, angustiado, y yo huérfano y con miedo. Culpable el avance implacable de la Covid-19. Hoy, más que en marzo, de marzo a julio, estoy más desanimado. Me sienta peor la desescalada, los rebrotes en la noche desvelada. Y los temporeros acinados. Y los besos y los abrazos de los más queridos. Y luego el del peluquín afirma que no le temblarán las manos para tomar decisiones si llega el caso. Lo tenía más claro cuando la gestión de la pandemia dependía del ministro de los coronavirus: ¿Por qué los vascos y no los valencianos? El del peluquín siempre en campaña electoral (como José Luís Ábalos inaugurando carreteras y otras maneras de hacerse notar. El del peluquín debería preparar las maletas). Las decisiones se toman. Nunca fueron tan largos y dañinos los meses. De marzo a julio. Ojalá y no sean peores los meses venideros. (¿Qué sabe nadie de ti, salvo que tú eres el bolero? Gracias.
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