Ayer escribí el día y se fue la luz. Y volvió la penumbra. El día se embriagó y huyó al sitio donde todo comenzó y alicaído se arrodilló ante la Magdalena del Sabina que en realidad es la mala conciencia que acompaña almas heridas a las puertas del infierno. La Magdalena y el Sabina representan lo peor del amor. Y el peor amor, como el amiguismo en los mejores tiempos nunca funcionó. Los peores tiempos ni los nombro para no ir a mejor. Ayer se fue la luz y volvió la penumbra. ¿Alguien sabe cuánto cuesta la bombilla de una farola? El déjà vu de todos mis días. Mis días no cambian, cambia mi estado de ánimo y el de quien no sabe leer entrelíneas. (Ni regalándote experiencias. Tu orgullo, o simplemente la malicia te impide abandonar la ignorancia). Mi estado de ánimo no quiere amores de ida y vuelta ni que entre en de soslayo gente parecida a otra gente de fantasía delirante. Gente que amó una vez y en un descuido llegó el desamor y amadrinó un gato y se dejó morir por miedo a volver y enamorarse. (El azahar quiso que coincidiera el solsticio vernal y el fin del estado de alarma. No te fíes). Gracias.
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