En los años altos de la vida y cuando acabo de percatarme que el pasado miércoles fue San Juan y no felicité a Ian, ¡joder!, qué utilidad le puedo dar a un regalo. Si me dieran a elegir el mejor regalo que no olvide lo que realmente importa: Ian, Enol, Diego. La familia, y los hijos primero. Más de lo mismo, no existe nada mejor, creo sinceramente que no viviré lo suficiente para pagar la deuda que adquirí conmigo mismo por tanto amor recibido. Escribir el texto que me inspira una frase de cajón de buena madrugada sin saber el qué y el por qué acabaría dando en loco mi mente absurda. ¡Qué regalo y qué regalo!. Un regalo en la noche soñada de Reyes para mis nietos, mis hijas, mi esposa. Un regalo para mí no me interesa. Y si fuera una promesa envuelta en papel de fino regalo tampoco. Solo me dejaría seducir por la vacuna de la Covid-19. La salud y lo otro, sea lo que sea, no me interesa. Tengo claridad de pensamiento y la certeza de que es real lo que ven mis ojos. Incluso en la noche oscura. Al margen del amor y la salud no existe nada que me interese. Y, sin embargo, siempre agradecido. Gracias.
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