Liev Nikoláievich Tolstói, dejó meridianamente claro el tema: “No hay más que un modo de ser felices: vivir para los demás”.
Hace demasiado tiempo que no me acerco con Ian y Patricia a pasear por Les Seniaes. Es verano y es agosto, y el calor se hace insoportable... La dama que vela mis sueños me aconseja no salir de casa a esas horas del día que hace calor (ni a otras, señora, le repito una y otra vez: está más sorda que yo).
Dedicar el día a estar casa es bueno y es malo: bueno si no has perdido nada fuera de casa pues hace mucho calor y se te pueden derretir las ideas, y malo si lo has perdido y no puedes salir de casa en su busca porque no te deja el maldito calor. Creo que en cualquier circunstancia es malo salir de casa: yo no salgo. Me cuentan que ronda un alma en pena por Les Seniaes y, desgraciadamente, no puedo ir a su entierro. Tengo la cara más triste dispuesta, no es disculpa, pero soy persona muy ocupada y otros asuntos me llaman. Hay que darle tiempo al tiempo, señora. Sin embargo, ahora sabemos que para ser feliz hay que vivir para los demás. Yo no diría tanto, ni en viernes de fiar, que ya es decir. Cierto, corren malos tiempos para el amor y la buena correspondencia, a pesar de saber que hay quienes consideran que no todo está perdido y harían lo imposible para hacer felices a los demás. Aún hay esperanza. Y Fito canta: "¿Quién dijo que todo esta perdido? Aquí vengo yo a ofrecer mi corazón".
Imagino un alma desparramada por Les Seniaes. A Les Seniaes la hipocresía no le hace mucha gracia. Volverás un día como las golondrinas de Bécquer sus nidos a colgar, pero será tarde, demasiado tarde. Tengo escrito por ahí que no fui capaz de llegar a Roma, a pesar de que todos los caminos conducen a Roma y patatín. El caso es que como tantas otras veces mentí... "No es no", no fue la respuesta que me dieron como Sánchez a Rajoy cuando llegué a Roma. La respuesta fue: "Roma no paga traidores". ¡Hay que joderse!. Pero recuerdo que me lo dijeron en Latín, y yo de Latín como de todo lo demás, así que yo a lo mío, que la vida son cuatro días y dos están nublados. Yo soy yo, y sigo siendo yo.
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