miércoles, 17 de agosto de 2016

Escarmiento.

Un día al azahar amanece y te das cuenta que eres un estorbo, disculpe, quise decir viejo, de no ser lo mismo, y lo que antes era pecado ahora es un milagro... No se equivoque, amable lectora, no hablo de hacer el amor, hablo de hacer amigas. Pero eso fue ayer, hoy amaneció como si hubiera regresado sin haberme ido con la cara de yo no fui acabo de llegar. El cuento que viene al caso y me obliga a escribir es que esta mañana mientras tomaba mi café de desayuno una bella mujer llamó a mi puerta y a poco más me hace un estriptis... (del inglés desnudarse poco a poco de manera insinuante). Como se entere la dama que no me deja ir me encierra para siempre y tira la llave a un mar profundo. Se lo cuento y no miento, amable lectora, y aclaro que no quería que cambiara de compañía telefónica como otras bellas mujeres que llaman a mi puerta, quería que fuéramos amigos. Como digo, y tengo pruebas, en los años altos hacer el amor es un milagro. Y hacer amigos cosa de dos: poco vale que uno quiera si el otro dice no. Cubriría de besos tu cuerpo, mujer, pero no de alabanzas: "No es no", le dije a poco que la reconocí. 

Me temo que Sánchez y yo abusamos del "no es no". Un día tendremos que decir "sí" o vamos a quedar para vestir santos y alguna virgen. Uno se hace el interesante con la primera, pero si sigue en ese plan de estupendo con la segunda y etcétera malo. Sin embargo, Sánchez y yo, estamos de muy buen ver y podemos seguir diciendo "no es no". De saber cómo se sujetan fotografías en de soslayo comprobaría usted misma la veracidad de lo que digo, amable lectora. Por ahí van diciendo que estoy de moja pan y come, ay, pero los años los llevo adentro. El cuento trata de dar un merecido escarmiento a una amiga ida para siempre. Eso es todo. Sean felices.

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