Es domingo y mis creencias me obligan a decir la verdad: y digo que escribir el día que me gusta vivir es apasionante, a la vez que un desafío porque escribo para quien me lee. Cuando escribo me siento mejor persona. Necesito escribir para saber más y conocerme mejor. Si no escribiera sería apenas lo que soy cuando no escribo, por eso cuando no escribo sueño e imagino un mundo igual para todos y todas sin guerras y respeto por lo diferente. Se entienda o no siempre escribo a favor del humano ser. Me dedico todas mis horas.
Pero escribir no es fácil si algo o alguien no me inspira. Me inspira la naturaleza que padece ese afán demedido por destruirla. Las personas. El dolor ajeno y el propio que no es otro que el de mi familia. Y esa otra realidad que incita a vivir inquietos. La desigualdad. La incomprensión. Quien mira por encima del hombro al más débil. Me inspirara el mal que nos hacemos. Y me inspira el bien: la sonrisa alegre de Ian y María, la Magdalena. Pero nada que le haga sombra al amor. Digo amor y digo desamor. Me inspira el amor que viene y va, que desaparece y aparece, que cambia de sitio y no regresa. Luce triste la poesía cuando el amor no encuentra camino. Ocurre que de cuando en vez me emborracho con un libro de poesía para crear una esperanza que me permita con palabras libres y sinceras compartir esa amena conversación que idealiza el amor: es cuando me doy cuenta que mi voz no sale de mi cuerpo. Ni siquiera un acento de melancólico desconcierto.
Hay carencias impuestas en nuestra cotidianidad de sobra para ahogar a media humanidad. Humano ese olvido. Aprenderemos un día y ya no a amarnos sino a respetarnos y comprender la necesidad que tenemos unos de otras para curar ese dolor de corazón que padecemos. La ansiedad, es la depresión. Son las prisas, el agobio excesivo que imponen los quehaceres y los años y otra ausencia. Y otra más. Los años trascurren y encorvan la espalda que arrastra la carne descosida de los huesos. Joder, dona. Disculpen por sacar a pasear el peor ánimo que cultivo en mi impagable soledad: otra semana para el olvido. No me libera el día que escribo y la terquedad no me pierde de vista. Agosto es un mes cruel.
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