lunes, 24 de agosto de 2015

Deshilachando verdades.

Patricia le dice a mi esposa que tiene que ir a la Facultad de Historia en la Universidad de Valencia por el certificado de estudios primarios porque el doctorado no le sirve para encontrar trabajo y si la acompaña. Mi esposa le responde sí, y a la vez le pregunta por Ian... Patricia en eso y otras cosas salió a su padre: "Si quieres lo meto en la nevera. ¿Y papá? ¡Lo tuyo es mucho!". Y Aute canta: "Una de dos, o me llevo a esa mujer o entre los tres nos organizamos, si puede ser".

Mi esposa teme que la soledad me haga perder la cabeza. A ella la soledad la mata. De la soledad tengo escrito por ahí que si impuesta mala o peor, pero si por libre elección no tiene precio. Mi esposa no lo entiende y teme por mí, que me vaya sin haberme ido y no vuelva.

Yo le explico que vivo el día que escribo y soy más feliz que siempre. Que el oficio de escribir conlleva una soledad que se asume sin contrato de permanencia y se maneja como la pluma o el teclado siempre cerca de la papelera. Y si bien vivas a María y si mal de urgencias a Les Seniaes. Si me tengo que ir me iré y otro vendrá que bueno me hará. Igual Ian es mi recambio natural... Sin dudar me cambiaría por él si llegara el caso y la María me diera esa opción. Si algo muere necesariamente algo nace.

Cuando escribo le dedico todas mis horas que solo interrumpo por mi familia. Escribir es mi vida. Y la creación literaria es bendita soledad. Toda creación artística es solitaria. Eso sí, para mí escribir bien o mal es escribir... Con esto quiero decir que no me considero escritor por machacar mis neuronas o por amar la poesía o por meterme en la biblioteca del pueblo de Patricia a oler libros. Me encanta escribir y leer poesía. Que recuerde nunca disfruté de mayor gozo... ¡Loor a María!. Pero sí, comprendo a mi esposa por mi hermetismo hacia el mundo exterior. -¿Saliste de casa? -Uy, ni comí.

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