martes, 23 de julio de 2024

Mi suegra y ella (o sea, tú).

El amor une corazones; la creación literaria también. Escribo el día que me gusta y sé que quién más daño me hizo me lee y desea compartirlo conmigo. (¿Masoquista? ¿Le parece poco el daño que me hizo y quiere más? Quién sabe). No le guardo aversión, no soy como ella ("yo no soy así"), además, todo lo bueno que me llegó, de lo bueno lo mejor, sin querer, me llegó de su parte, conviene decirlo. Si la ven no se fíen, no es buena gente, como Rajoy, es lo contrario, es decir, mala gente. Qué gracia. Pero hay más: me cuentan que los nuestros, encabezados por su mayor decepción, le están preparando una que no sé yo si acabará en el manicomio o en el cementerio. Para ella soy algo, lo que sea, si es inconcluso. Mantiene conmigo una relación amor/odio que ni la antropología entiende. Me lleva clavado en su corazón, no lo puede evitar. Ni antes, ni jamás de los jamases, dejará de quererme. Sabe que puede confiar en mí, soy su único amigo, y su peor enemigo. Los dos, ella y yo, sacamos lo peor que tiene en sus adentros. En realidad no sabe amar, solo odiar y lucir su figura. Es un dolor mayor que mi suegra que aparecerá un día de estos por casa... Ay, qué no daría porque una santa me diera estancia hasta que mi suegra dejara la casa como una patena y regresara adonde nunca debió salir. (Hablo en serio: cuando llegues al punto donde todo tiene sentido, y el dolor, la sinrazón, la esperanza que, tanto a ti como a mí nos mantiene vivos, aunque parezca una locura, o la cordura que no dejas penetrar en tu mente, piensa en mí: deseo con salud lo mejor para ti y tu familia. Que los nuestros no te rompan el alma... Si tienes miedo, recuerda que Dios aunque tarde llega y luego todo encaja y tiene sentido). Gracias.

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