Es amable, familiar, sin llegar a extraordinario. Le importas desde el momento que te ve. Eso le podía hacer extraordinario si no se quedara con la duda que levanta toda persona que se acerca a él. Recela porque quien se acerca le pide algo: es una persona relevante en nuestra comunidad. Imagino que vendrá de ahí tanta desconfianza. Para estar donde está, llegó por la senda de las promesas. De haberlo conocido, le habría aconsejado que no prometiera, que dijera que haría lo posible, hasta avergonzarse de almorzar, si fuera necesario por mejorar la vida de la gente. Y enseguida: "Qué hay de lo mío". Pero lo mío y lo nuestro no es posible. Además, alguien le aconsejó subir al desván y halló lo nunca visto. ¡Uf, qué desastre!. Recuerde: primero lo urgente (discriminación laboral), luego lo necesario (reflexione). Y el registro contable con precisión inexorable. El asunto tiene que ver con la eclosión de la sociedad de la información sin ningún género de dudas. Una sociedad que, como nos manifiesta Castells en "La era de la información", tiene su origen en la revolución informativa. La opacidad de un callado imperio. Transparencia. (No meta el hambre en casa de las familias que sus pies resbalarán en el cementerio. No consulte a "cantamañanas" ni crea lo que no es, confíe en la ley y su justicia y síguela al pie de la letra sin saltarse una coma). Gracias.
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