Un caso requiere meditación, estrategia, información precisa y que seamos uno desde el principio. Se dan casos que en vez de uno son más y se van desvinculando del caso. Y uno piensa que le están echando un pulso, y eso, dado su idiosincrasia y quien fue y lo que es y a quién representa... (la Magdalena nos guíe). Sabiendo como sabemos que el Señor llama a estar juntos en la oración, unidos en la fe y ser uno desde el principio. No hay pulso que valga: es la paranoia del no por el no. De usar nuestras diferencias como estrategia y la capción del caso como dosier; de ser solo por querer y resistir, sabríamos qué hacer y prosperaría el caso, o no habría caso. Las diferencias son parte de prosperar y resistir es todo para que todo acabe. Pero, siempre hay un pero que nos impide obrar con sentido común ante la vergonzosa realidad y, sin querer (o queriendo), acabamos dando la razón al refranero: "otro vendrá que bueno me hará". Ajeno de sí, enajenado, dizque un error y como los amores de verano todo sentimiento siente con mayor intensidad. La esperanza sigue aquí y el odio ahí. La clave era querer, pero el pero: los almuerzos, las sobremesas de café, copa y repito y los diálogos de besugos hasta las tantas. (Se confirma el peor de los augurios: nada es verdad ni nada es mentira, el regulador no ha cambiado y nada es lo que parece). Gracias.
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