Vaya, vaya, los patitos de Ian. Resulta que sí (yes we can), que puede la ley corregir el desprecio del ofendido que la política reinante que encabeza su dueño infringió a una joven, y a saber con qué intenciones... Buenas no son, digo, ni pensaron en las consecuencias. Son vecinos, amigos de infancia, pero al darles mando en plaza olvidan de dónde vienen y adquieren un complejo de superioridad que María, la Magdalena, los juzgue y les perdone si quiere. ¡Voluntad política, estúpidos!. Y como un matón de barrio aparece Sylvia Rexach y una advertencia: "Recuerda que solo de verme tú temblabas, si me quisiste así, pobre de ti, si es que ahora tratas de olvidar. Se ve que no conoces, que poco tú has vivido, te advierto que es difícil y lento ese proceso de olvidar. Y aunque un aparente olvido a ti te asombre, dime que harás cuando alguien sin querer me nombre y esa lluvia de recuerdos caiga en tu alma. Y entonces, si al comenzar el día rehúsas recordarme, ¡ay!, pobre de tus noches si las usas para olvidarte de mí". Resulta que sí, sí se puede... podemos incluso ser justos y honestos sin alejarnos de la ley. (Cuando una partidocracia y sus dueños, un país y sus votantes se convencen de que el dinero lo puede, esa partidocracia y esos votantes harán todo por dinero. Y en eso anda metida Sylvia Rexach con una advertencia, si no amenaza). Gracias.
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