viernes, 10 de febrero de 2023

Definitivamente.

De cuando en vez digo que ahora sí que somos pobres de verdad. Lo digo para animarme a escribir el día, y porque creo en un nuevo amanecer con comida para todos (nombro la comida porque las familias no llegan a fin de mes, y no solo es por la hipoteca y un largo etcétera, también escasea la comida. Recuerden las colas del hambre). Pero no nos engañemos, pobres siempre lo fuimos. Aunque este año, cuando los políticos salgan a la calle, la gente se dará cuenta de que antes era menos pobre. Y seguimos sin profesionales de la salud mental en la sanidad pública. Pero hay más: a mi esposa le duele la rodilla (no mucho, pero le duele). Disculpen, a mi esposa no solo le duele la rodilla, le duele otro dolor, y ese dolor no se cura en la sanidad pública con pastillitas de colores o jarabes. Ni en la privada si su pensión fuera doble. La luz del brillo de sus ojos se apagó al querer mirar con el corazón a una hija que tuvo fuera del hogar... (Cuando una, y si digo una y digo uno, mira a las personas que ama, quiere o admira, el rostro no es más que el velo que se echa a un lado para llegar al corazón). Gracias.

2 comentarios:

  1. Ay, esos dolores! qué dolorosos son... no hay analgésio que los mitigue.
    Cuando se ama, no se mira, se siente y... ya!

    Otros beso y buen finde!

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  2. Nunca aprenderemos, María. Y cómo duele... Gracias. Beso.

    Salud.

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