A veces cuando escribo me adentro tanto en la palabra que sobrepaso el límite de la buena reciprocidad y aparece ante mí la indiferencia que motiva la mirada de soslayo. Y recurro al insulto como los peores políticos o a la puñalada por la espalda como un amigo del alma. Ojalá y a quién mi palabra hirió de muerte no la haya dejado sin esperanza viviendo la cosecha del día (vivir sin pensar en los demás no es vivir, es lo contrario), porque no sé cómo frenar mis delirios. Soy consciente de que la palabra de mis delirios y sus consecuencias... ¿Me sentiré malherido por un amor vengativo? ¡No quiero herir para no ser menos!. Me siento perdido y mi impagable soledad es una enredadera que me ahoga y la musa del desahogo ha cambiado sus caderas de acera. Pensé que el amor iba de compartir vidas paralelas. Amores tengo que intentan meter mi identidad en un armario y no pienso, creo y no pienso. Aviso: Si a pesar de todo florece el azahar en Les Seniaes, abandono el amor y el sueño que confundió lo imposible con lo improbable. (Señor, llámame pronto que mi deuda de amor está saldada). Gracias.
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