miércoles, 7 de diciembre de 2022

Adornando palabras.

Mi esposa, el pasado domingo fue a misa y llegó pronto y se sentó en las escaleras de la iglesia a esperar que el señor cura abriera la puerta. Antes la Casa de Dios no se cerraba a los feligreses, pues ahora montaron unas concertinas y un sistema de seguridad conectado directamente con La Guardia Civil. Ver para creer. Mi esposa despistada sentada en la escalera no se percató que le habían dejado unas monedas sueltas. No es chanza, es mentira. Pero algo de verdad encierra la mentira. Las monedas sueltas, un euro más o menos, las ganó jugando al parchís en el hogar del pensionista, y hoy me las dio para comprar el pan nuestro. A la panadera le deposité el dinero en el mostrador y le expliqué con detalle de dónde habían salido las monedas. "Tú siempre adornando palabras", me dijo. Vaya, la ocurrencia me arrancó una sonrisa. Le di las gracias por la ocurrencia, el pan y por no dejar de saludarme al paso de los años. Me hubiera gustado que su marido también me regalara una sonrisa o un deseo de buen día, pero me retiró la palabra hace mil años. Mi mejor amigo. Mi mayor decepción. Gracias.

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