sábado, 4 de junio de 2022

La miseria del olvido (y dos).

El polvo del camino quiso borrar la huella, pero era demasiada profunda, y hoy mi vida se transforma desde la incapacidad en un cohabitar desordenado tratando de modelar un futuro sin ella. Y nunca jamás. Un sábado de fieles difuntos descubro que, desde la falsedad, soy lo que desde el principio quiso: un paraguas por si llueve. Será entonces para mí la persona que logre los privilegios del amor que un desengaño otorga... Los que sean. Hoy es uno de esos días en el que la desesperanza necesita que aparezcan poetas hermanos de otros mundos para que, a quien nada quiere como regalo de nupcias, cuando menos, consiga ser extremadamente feliz. (Y desconsolada, llora María, la Magdalena, por las personas que enmudecen la palabra). Si algún día fue amor... (por supuesto, y tengo pruebas), por asentir sin valorar las consecuencias, ha perjudicado su psique y vagará por caminos de carros y carretas exhibiendo sus carnes cubiertas con harapos mientras sigue, y dale, a través del tiempo considerándose la reina del baile y la belleza. (La inocencia que me robó no la salvará del olvido). Gracias.

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