El día me invitó a salir de casa y me dejé llevar. Algo querrá que vea, pensé. Y al doblar una esquina me di de bruces con un rencor mal llevado y unos ojos que, durante años, fueron mi mirada. Pronto me identifiqué con la familia y una imprudencia y la obligación de tomar acciones vitales por las que fui expulsado de una vida de amor. Y de aquellos ojos y mi mirada quedó el olvido y el rencor. La familia, y los hijos primero. Pues al correr del tiempo todo sigue igual, somos padres y no corregimos el deseo de no querer. De una vida pasada recuerdo el amor y la religiosidad. Creyente de una religión obsesiva compulsiva era un llamado a defender (donde anida el orgullo) a los demás, cuando los demás son los nuestros, los que menoscaban el derecho de igualdad. El rencor se extremó y forzó a los sentimientos del corazón a palpitar desamor. Y, sin embargo, la vida de uno sigue desatando el amor del otro. Y viceversa. A veces de buena manera y otras de la peor manera, la vida sigue su curso... (Salí de casa y regresé herido de amor. Una fantasmagoría necesaria tal vez, porque que de casa no salí). Gracias.
No sé si realmente entiendo lo que quieres decir
ResponderEliminarIntento atizar la modorra de la gente... Y conocerme. Gracias.
ResponderEliminarSalud.