Vuelvo al coronavirus porque sigue ahí y no deja de matarnos. Su único cometido en la vida es destrozarnos la nuestra. Algo hicimos mal, lo seguimos haciendo, y sin ser la bruja de la bola de cristal no aprenderemos porque ya hemos normalizado la muerte. La ciencia y la política no se ponen de acuerdo y según los datos de contagios y mortandad vamos a peor y salimos de casa con la cara de los bautizos sin atender a razones sanitarias. En alguno de mis brotes psicóticos lastimo a gente que me quiere y quiero, pero jamás normalicé la muerte. Como un poeta que todo lo cuestiona, miro de soslayo a las cosas más pequeñas y me identifico con la exclusión. El coronavirus me hace sentir excluido de mi entorno más cercano. El amor sigue aquí, pero mi interior no es habitable. Mi salud mental me ha echado a perder y voy en busca de paradojas inexistentes para justificar las ausencias. Quien creyó conocerme y vino, al saber la auténtica verdad puso los pies en polvorosa. El maligno que mora en mi cabeza me quebró la vida. (La verdad en la vida y la verdad en la literatura no es la misma verdad). Gracias.
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