Kristel es la ilusión de los días. El amor que con su sonrisa me devuelve la alegría. La felicidad sin ningún género de dudas.
Kristel me ayuda a encontrar el equilibrio de la cotidianidad en una realidad que, sin ella, solamente vería a través del duelo.
Kristel me quiere como siempre, me lo dice, me lo acaba de decir, y yo, no puedo por menos que ponerme las pilas y no ser pusilánime, tibio ante el ruido de los días, tímido ante las injusticias. Y condenarme, atónito, al limbo de las horas perdidas.
Kristel es el bendito amor que me aleja del tedio y guía mis pasos ante la tempestad que de cuando en vez me ahoga y me desconcierta, me desorienta, y me aleja de mí mismo y hace que dude de lo que debo hacer, y de lo que es mejor para mí.
Kristel cree en mí y no puedo fallarla. Y no le fallaré mientras viva. Kristel, mi niña, la niña de mis ojos. Digo Kristel y Alfredo y besito a Diego. De otra forma no se entiende. Kristel es una y tres. Y a mí me hace más feliz que siempre. Todo mi amor.
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