Mi esposa cayó por una escalera. La calamidad ocurrió días atrás en un centro comercial en el que nos citamos con Kristel y Diego para casi conocernos, no es broma. Lo traigo a de soslayo porque uno de sus amigos me preguntó por ella. Alguien le dijo que cayó por una escalera automática. Escalera de subir y bajar sí, automática no. Y dale a la rueda que rueda: "Me dijo que era automática". ¿A quien vas a creer a alguien o a mí? Yo jamás te mentí, y jamás es nunca jamás. Si mi esposa fuera alguien y me llevara ante el juez y su amigo fuera testigo de cargo, yo culpable. Kristel sabe que su madre estaba conmigo y solos, mi esposa y yo solo. Sin mi esposa soy nadie, con mi esposa su amigo no me conoce. Llegué a casa, se lo conté a mi esposa y llegamos a la conclusión de que esta vida no es tan corriente como parece, tan cotidiana como uno y otra creen, ni tan entretenida como la soledad persigue. Qué triste converger en la impotencia teniendo la omnipotencia celestial a nuestro alcance. Es cosa de ir a misa y hágase tu voluntad. (Esta noche podría escribir con tu mirada el poema más triste). Gracias.
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