lunes, 14 de diciembre de 2020

El monte Everest menguó.

Amor, esta noche es más oscura, a la tarde se le hizo tarde antes del véspero y se fue, tuvo que irse. Nada es para siempre.

Un hombre sabio se mete en política y a la vez se convierte en un hombre vulgar. Ni curiosidad por las cosas. Viene al caso los políticos porque al fin, el mundo sabe cuánto mide el monte Everest. A medias, los calzones. El monte Everest tiene dos dueños, China y Nepal, y no quisieron ponerse de acuerdo y no dieron al mundo la altura exacta del monte Everest, el más alto del mundo. De guaje recuerdo, lo recuerdo porque era fácil de recordar, medía 8.888 metros. Cuatro ochos. Ahora tiene tres: también es fácil de recordar, 8.848 metros. Yo, si subiera al Everest y me lanzara en caída libre penetraría en la tierra y aparecería en las antípodas tal cual una violeta brota tímida, temerosa de un caminante en Les Seniaes. (Vaya, en ese plan sigo mañana). El monte Everest no tiene necesidad del acuerdo de sus dueños para engrandecer su belleza. A quien basta con saber que existe 40 centímetros menos fu, a quien aspira a alcanzar su cima fa. Ni fu ni fa. (¿Mereció la pena? Gracias.

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