martes, 13 de octubre de 2020

Qué bajo hemos caído...

Ayer, Ian y Enol y Diego. Un güelu ya no está para tanto guaje y tanto dinosaurio. Quiero a mis hijas y a mis nietos y a María Auxiliadora que hace un año que conozco y ya le tengo devoción. Yo quiero a todo el mundo pero como no me dedico a la política el mundo no me quiere a mí. Ay, probe de mí. Tal vez si le echara tiempo y descaro al tema, o si mi vida social fuera realmente social. Hay que joderse. Sabiendo como sabemos que moriremos y el mundo seguirá en su mundo sin echarnos de menos, por más besos y más abrazos y más te quiero, amor, uno muere y camino del camposanto qué bueno era y paz sus restos y amén. ¿Merece la pena el desarreglo mental? ¿Merecerá la pena morir de éxito? Si yo me dedicara a la política y no a llegar a fin de mes con mi pensión, en cuanto se me acercara alguien prometiéndome amor eterno, a escasos los dos metros o dos muertos, le enviaría de urgencias al manicomio para que se lo hiciera mirar. Los políticos se creen estupendos y sin ellos somos nada. ¿Cómo fue que mintieron, lastimaron la palabra y ni siquiera nos sentimos decepcionados? Gracias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario