Los años pasan y dejan traumas en la mente y surcos en la piel. Así es la vida y hay que aceptarlo hasta que la muerte nos separe, como el santo matrimonio. Dejar de ser joven para ser adulto es una alteración del ánimo complicada de superar. Yo por miedo a envejecer decidí ser joven. Y bien. Debe ser triste, muy triste, llegar a viejo, abrir la puerta y no encontrar al otro lado ni al cartero. Abrir la puerta y encontrarte con alguien y decirle hola. O simplemente darle las gracias por venir. No tener siquiera a quien dar las gracias es cruel. Nunca antes fue después, después siempre es demasiado tarde. Vivir ahora (carpe diem), aprovechando el día sin despreciar los sentimientos del corazón. En Casablanca siempre nos quedará París, aunque París solo vale una misa para Enrique IV de Francia. Tiene más licencias la literatura que disculpas el mercado del viernes.
En tiempos de pandemia peor que la muerte, y lo sé por experiencia propia, es tener salud y no poder morir. Los años pasan y lo de menos son los surcos en la piel, lo demás los traumas en la mente. Y quedarse en la deprimente trivialidad. Gracias.
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