A un conocido: ¿Y ahora?
A una conocida: ¿Y ahora?
Y yo, para no ser menos: ¿Y ahora?
Ahora si no quieres cantar llora la maldición de la llorona.
Entonces llego a la conclusión que vivo en un país con preguntas sin respuesta y tenemos lo que merecemos. Cuanto más debía suceder para llegar a la verdad llega lo que algunos predecíamos: El desistimiento. Recapitulemos: Ellos la aman por lo que es y yo por lo que pudo ser y no fue ni será. Importa que todos la amamos... Presumo que el destino la prepara para lograr metas a prueba de quebrantos. Pero aviso: en sábado y bajo el fuego cruzado, si alguien tiene que morir, no seré yo.
La dependencia me tiene acorralado (¡ay!): tengo que saber por dónde van los tiros pero nadie sabe ni responde. ¿Y ahora? Si en un descuido, como siempre digo, alguien entra en de soslayo y me lee, ha de saber que no quiero acompañar a nadie al cementerio, aunque le espere el más bello mausoleo no deja de ser un sepulcro. Quien quiera morir de éxito o quienes se dejen morir sin haber vivido... ¿Qué les vamos a hacer? Yo, cuanto menos viviré hasta que irrumpa en mi cuerpo el maligno. (Sin actividad pero resolutivo, no trato de regalarte una flor, sino de mantenerte entronizada hasta llegar a Roma). Gracias.
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